Un joven estaba de compras en el supermercado, cuando notó que una ancianita lo siguió por todos lados.
Si él se paraba, ella se paraba a su lado y, además, se quedaba mirándolo.
Al fin, camino de la caja, ella se atrevió a hablarle y girándose le dijo:
- Espero que no lo haya hecho sentirse incomodo; es sólo que usted se parece mucho a mi hijo recién fallecido.
El joven con un nudo en la garganta, replicó que estaba todo bien, que no había problema.
La ancianita entonces le dijo:
- Joven, le quiero pedir algo poco común...
El joven le contestó diciéndole:
- Dígame en qué puedo ayudarla, señora.
La ancianita le dijo que quería que le dijera 'Adiós, mamá' cuando ella se fuera del supermercado, ya que esto la haría muy feliz.
El joven sabiendo que sería un gesto que llenaría de alegría el corazón de la señora, accedió gustoso.
Entonces, mientras la anciana pasaba por la caja registradora se volvió y sonriendo, con la mano le dijo:
- ¡¡¡Adiós, hijo!!!
Él, lleno de amor y ternura, le respondió efusivamente:
- ¡¡¡Adiós, mamá!!!
El hombre, contento y satisfecho porque seguramente había traído un poco de alegría a la viejecita, continuó pagando sus compras.
- Son 85 €, le dijo la cajera.
- ¿Cómo tanto? ¡Si llevo sólo cinco cosas!
Y la cajera le dice:
- Sí, pero su mamá dijo que usted pagaría por sus cosas también.
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